lunes, 3 de diciembre de 2007

CONCIENCIA Y PEDAGOGIA

Dr. Nelson Campos Villalobos
Del latín conscientia.Es un problema crucial de la filosofía y de la psicología y que tiene una vertiente pedagógica profunda, como veremos en este análisis. El término ha tenido dos acepciones, el primero como conocimiento moral y el segundo como conocimiento de la propia mente o de los fenómenos psíquicos que ocurren en ella. Actualmente, se considera como la capacidad de conocer el mundo externo, al mismo tiempo que se conoce el mundo emocional que constituye nuestra interioridad, nuestra imagen personal, se da cuenta de lo que nos ocurre y de lo que conocemos; nos da el autoconocimiento que llamamos identidad; nos permite vivenciar el pasado como una realidad, sentir el presente y proyectarnos en el futuro, manteniendo siempre nuestra mismidad o autoidentidad. En suma, la conciencia nos permite conocer lo que ocurre en nuestra mente y quienes somos, con lo cual se une el conocimiento del ser y el mudo externo.
En toda la obra de Aristóteles no hay un término que se refiera a conciencia en el sentido que hoy le damos. Lo más cercano es el sustantivo syneidesis, con el significado de darse cuenta y que emplea apenas siete veces en toda su extensa obra. La ausencia del concepto que analizamos en la filosofía del período griego clásico se debe a que el centro de atención del pensamiento fue el objeto de la conciencia y no el proceso o fenómeno. Solamente en el periodo helenístico, cuando la cultura griega se nutre del contacto con el imperio Alejandrino y posteriormente con el romano, se abre espacio en la filosofía para el análisis de los contenidos de la conciencia, cuando se llega al concepto de humanidad y se reflexiona sobre lo que significa el ser humano. Se pasa de esa manera a la idea de que somos una especie que posee un espacio único en el cosmos y que puede reflexionar sobre sí mismo. Posteriormente, en la edad media, Santo Tomás retoma la idea con el concepto de cum-scientia, lo cual quiere decir cum alia scientia, o sea, la aplicación de la ciencia a lo que el hombre sabe o conoce. Ahora, el hombre sabe que sabe y ese proceso es lo que llamamos reflexividad. Por lo demás, con esa toma de conciencia aparece la búsqueda de la verdad, por lo que ella es posterior a la primera, puesto que para encontrar la certeza del saber es preciso lograr el saber y reflexionar sobre él. Surge un proceso de comparación entre lo que se sabe y la realidad, en un proceso epistemológico continuo.Podemos entender al fenómeno de la conciencia como un logro superior de la evolución que se da solamente en la especie homo sapiens, y que constituye parte principal del psiquismo humano, que consiste en reflejar la realidad, el lenguaje y el propio conocimiento. La pedagogía basa su tekné en lograr en el alumno la reflexividad del pensar y lograr finalmente la toma de autoconciencia de su condición de miembro de la humanidad. La imagen que viene a mi mente no es la del maestro ante el alumno mostrándole el conocimiento, sino que es la del alumno ante un espejo que refleja al mundo, al cosmos y que a su vez devuelve el reflejo del joven. Ese espejo es la pedagogía, en el cual se encuentra en forma objetivada el maestro. Al término del proceso de formación se integra la triada buscada: el ser, la conciencia y la realidad.Volviendo al término moderno, la palabra viene del latín conscientia: En su sentido general, una interioridad por la que vivimos en nuestra mente de forma intencional la realidad de lo que nos rodea y de la cual sentimos que formamos parte, que a la vez nos permite darnos cuenta de nuestra existencia y de nuestros actos. Perder la consciencia o estar inconsciente es la privación de esa luz interior. El yo es un objeto construido por los actos conscientes. En la actualidad, hay una línea de trabajo basada en las neurociencias que señala que no existe la distinción mente-cuerpo, porque la consciencia es justamente una función del cerebro que desaparece al estar este órgano en coma o privado de vida. Según ellos, Descartes cometió un error al establecer la dualidad. Existiría un continuum entre la difusa consciencia de los animales y la nuestra, porque es innegable que algunos mamíferos superiores poseen en forma limitada esa función. Kant precisa el concepto cuando afirma que en los actos de la consciencia no se refleja una objetividad autónoma existente, sino que la objetividad como tal es un constitutivo propio de su actividad. En la práctica, la conciencia constituye un saber reflejo, pues hay en ella una reflexión sobre la realidad. Descartes se sorprende a sí mismo en esa reflexión cuando se da cuenta de su existencia porque puede pensar. En cierto modo, conciencia es la capacidad de darse cuenta de la propia existencia, del entorno y de la individualidad. Si bien hay más de dos milenios de investigación filosófica sobre este fenómeno, ha persistido la idea que es una función adjudicada únicamente a nuestra especie. En realidad, en la naturaleza hay un continuo, al menos entre los mamíferos, desde una forma primitiva hasta la máxima conciencia. La investigación neuropsicológica trata de demostrar que la conciencia es una función más del cerebro humano, como puede verse en los recientes trabajos de Francis Crik, pero no hay un análisis filogenético aún que nos explique la evolución de este fenómeno tan particular. El estudio de la conciencia ha pasado desde la metafísica a la biología, la medicina y recientemente a la interciencia que llamamos neurociencia, pero es evidente que aún no se encuentra el correlato neuronal o histológico para localizarla en el tejido cerebral humano, por lo cual si revisamos los conceptos, talvez habría más éxito en la investigación tratando de determinar qué tipo de conciencia poseen los otros mamíferos, en el supuesto que ese fenómeno sea más simple en ellos. Cualquiera que tenga un perro en su casa y lo haya criado de pequeño, sabe que la vida psíquica del animal es compleja y posee muchas de nuestras habilidades cognitivas, como la memoria, la atención y la expresión de lenguaje corporal y reconocimiento de sonidos complejos y su conciencia, en mínima expresión comparada con la de su dueño, sí existe. Coincido con Vigotsky en que la conciencia es el principal fenómeno de estudio para la psicología y más aún, en que es el objeto verdadero de estudio de esa ciencia. El comportamiento humano para poder ser estudiado requiere del meta-análisis de la conciencia puesto que en él hay mucho más que procesos biológicos, como es la subjetividad, los sentimientos, los cuales no son siempre ni aprendidos ni racionales.Como ha ocurrido continuamente en la historia de la ciencia, ésta siempre ha tomado, para tener un modelo explicatorio, a alguno de los paradigmas vigentes, como cuando en el siglo XVIII se hacían analogías entre el cuerpo humano y las máquinas de la época. Ahora se asimila de alguna manera al funcionamiento cerebral –la base del fenómeno de la conciencia- con el de los computadores, incluso empleando la jerga propia de esa disciplina, con términos como como programación; inteligencia artificial; respaldo de información, etc. Todo esto solamente es una aproximación a un fenómeno que es producto de un órgano sumamente complejo, cuyo funcionamiento aún no entendemos pero que algún día lo será. El problema filosófico de la conciencia moral, por ejemplo, está lejos de ser desentrañado, porque es tan complejo como el de la conciencia psicológica. Reducir este fenómeno de enorme complejidad a un fenómeno físico, químico o biológico es un tanto simplista, si bien cada ciencia es capaz de aportar lo suyo al estudio de este fenómeno. La conciencia aún espera su Einstein que nos proporcione una teoría explicatoria.
Por último, talvez no existe una sola conciencia, sino un conjunto de conciencias que trabajan juntas. Por mi parte, puedo distinguir: conciencia del Yo (como individuo, sin connotación psicoanalítica); conciencia moral; darse cuenta de los propios contenidos de conciencia; conciencia del tiempo y del tanscurrir de la vida propia; conciencia de la existencia de los otros; conciencia de mis sentimientos y los de los demás (como en la empatía y simpatía), conciencia del lenguaje y sentido de las palabras; conciencia perceptiva, como en la visión y muchas otros tipos, pues la variedad de las facultades humanas es infinita. Por otra parte, en lo que llamamos enfermedades mentales, se observa que en algunos casos se separan estos tipos de conciencia, como también ocurre en ciertos deficientes mentales, en que sobreviven milagrosamente determinados tipos de ella en desmedro de todas las demás. Por eso propongo hablar de consciencias. La idea no es nueva, puesto que Santo Tomás expone tres tipos de conciencia: una conciencia psicológica, otra que es cognitiva y una tercera que es moral.
La reflexividad del pensamiento es el punto clave para entender el fenómeno que nos ocupa en este apartado, porque en esa línea argumental la autoconciencia es el darse cuenta de que existe esa interioridad que se capta a sí misma. En la praxis vital la reflexión es como un espejo en que se refleja la conciencia, donde se conoce a sí misma y examina sus contenidos a la luz de la realidad. Desde el punto de vista de la pedagogía de los valores, lo que importa es despertar en el niño los sentimientos que asociados a la conciencia le permitan internalizar las conductas buenas, socialmente hablando. El estudiante, a nivel de enseñanza media debe aprender que la conciencia es un conjunto de habilidades desarrolladas en la evolución y que después de cerca de 4 mil millones de años llega a su máxima expresión en el ser humano; de ella nacen, la ciencia y el arte; los derechos humanos consagran la libertad de expresión y de pensamiento, y ambos son nada menos que funciones de ella . Mientras la psicología no tenga una buena teoría sobre el origen de la conciencia y su génesis y desarrollo en la evolución, no podrá ser considerada una ciencia dura.

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